Serradilla del Arroyo, donde Cristo es crucificado

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SERRADILLA DEL ARROYO / CARLOS GARCÍA

Las calles del pueblo de Serradilla del Arroyo (Salamanca), un municipio de 190 habitantes del Parque Natural de Las Batuecas, se han convertido este Viernes Santo en el escenario de la crucifixión de Cristo, una tradición que se cumple desde el año 1984.

Se trata de un viacrucis muy singular, sin actores profesionales, con un silencio sepulcral seguido por cientos de visitantes que se suman a una procesión en la que sólo resuenan los latigazos de los centuriones sobre el costado del Nazareno.

Los actores, alrededor de un centenar, son los propios vecinos de este pueblo, casi un centenar: Jaime, el panadero de Serradilla del Arroyo; Elías, bombero forestal, Faustino, apicultor; o David, que regenta el bar del pueblo, entre otros muchos.

Son los cuatro centuriones que escoltan a Jesucristo, que durante dos kilómetros tienen la obligación de portar el madero, mientras es azotado una y otra vez, ante la mirada perpleja de los que han acudido por primera vez a contemplar esta representación de Viernes Santo.

Hay varios momentos cenitales en esta conocida como "La Pasión de Serradilla", las tres caídas, en plena calle, o cuando Jesús es alzado en la cruz ante los ladrones ya crucificados en el denominado Monte Santo de Serradilla del Arroyo, situado a las afueras del pueblo.

En esta edición, Javier, un joven residente en Madrid oriundo de Serradilla del arroyo, repite el papel trascendental y más complicado, el de Jesús.

No vale cualquiera, hay que prepararse física y mentalmente, como le ocurrió a Víctor, también residente en Madrid y vecino de Serradilla del Arroyo, que hace una década cumplió con la promesa de ser Cristo en el viacrucis de su pueblo.

"Estuve dando clases de interpretación durante siete meses, porque soy mal actor", recuerda Víctor, que estuvo los cuatro días antes de la representación alimentándose únicamente de suero fisiológico.

"Me olvidé del tiempo, fue una burrada, no quiero volver a repetirlo nunca, porque me lo tomé muy en serio y sentí pequeñez, insignificancia y humildad extrema", asegura con rotundidad.

Tal es el grado de implicación de la población, que sólo basta un ensayo general, la noche antes, para hacer realidad la representación escenificada hoy.

Belén, natural de Serradilla del Arroyo y profesora de secundaria en Córdoba, recuerda que la idea nació porque el cura de entonces, Isidoro González, hacía cada año un viacrucis viviente con los niños del colegio y un vecino del pueblo, José Luis, le pidió que escribiera un papel original para representarlo.

"Y así nació este viacrucis viviente", asegura Belén, ya que "lo pidió José Luis, entonces vecino de Serradilla y hoy residente en Barcelona, porque quería hacer de Cristo".

Ahora tenemos ropas y vestuario adecuado, fabricado por las propias gentes, pero en los inicios, los cascos eran de las obras y apenas teníamos vestuario, recuerdan las gentes de este municipio al que hoy han acudido más de un millar de personas para ver la representación.