(CON VÍDEO) Mirobrigenses y hurdanos, unidos por la devoción a la Virgen de la Peña de Francia

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Monsagro. CARLOS GARCÍA

Varios miles de salmantinos y cacereños e, incluso, algunos devotos de Francia y Portugal, se han citado hoy en el Santuario de la Peña de Francia (Salamanca) para rendir culto a la virgen de tez morena, emplazada en el lugar de culto más alto de Castilla y León, a 1.723 metros.
Durante toda la madrugada, cientos de devotos han ascendido al santuario, la mayoría para cumplir sus promesas, muchas de ellas por cuestiones de salud, y el Padre Ángel, de la orden de los dominicos, los han ido recibiendo.
La jornada sirve para que se reencuentren las gentes de la comarca salmantina de Ciudad Rodrigo y de la parte cacereña de Las Hurdes, dos territorios muy hermanados que tienen, entre algunas costumbres comunes, rendir pleitesía a la Virgen de la Peña de Francia.

De esta manera, es tradición, como han hecho hoy Eliseo Iglesias y Pedro Martín, ambos de Aceitunilla (Cáceres), que los vecinos de Las Hurdes acudan al santuario mariano con unas ramas de albahaca en el bolsillo y en la oreja.
"Es tradición coger la albahaca en los pueblos de Las Hurdes el 14 de agosto para luego ofrecérsela a la virgen", ha explicado Eliseo Iglesias.
En esta jornada, el folclore de ambos territorios también se hermana, con la presencia de tamborileros, como Óscar Duarte, de Nuñomoral (Cácaceres), o de prestigiosos bailadores como el señor Poldo, de La Alberca (Salamanca).
Durante la procesión, las mozos de la Sierra de Francia han aprovechado para lucir su conocido Traje de Sayas para bailar a la virgen.

2015vpf2Así lo han hecho María Carnero y Violeta Hernández, ambas de La Alberca, que tienen como costumbre subir al santuario todos los 8 de septiembre para bailar delante de la virgen un paloteo, una cruz y un fandango serrano.
Antaño, los mayores del lugar, como José Martínez, un salmantino residente en Francia, recuerda cómo subían a lomos de las caballerías en peregrinación.

Otros como Benito Marcos recuerda que tal día como hoy, en 1957, se celebró en la explanada del santuario, con una plaza portátil, una mano a mano entre los toreros Victoriano Posadas y Jumillano.
La misa celebrada en el santuario ha sido presidida por el obispo de la diócesis de Ciudad Rodrigo, Raúl Berzosa, que ha recordado que esta devoción se remonta a principios del siglo VIII, con las invasiones árabes, motivo por el que los cristianos tuvieron que esconder su iconografía religiosa.
El francés Simón Vela encontraría, siete siglos después, en 1434, esta virgen en las inmediaciones del actual santuario.
Con las misiones de evangelización, que en esta zona desarrolló con mucha intensidad el dominico Padre Constantino en la década de 1960, cuando estuvo al cargo del santuario, la virgen de la Peña de Francia recorrió los pueblos del suroeste de Salamanca y del norte de Cáceres y de ahí la gran devoción existente.


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Gran ambiente en a la entrada del Santuario



El Bailador de La Alberca "Poldo" con el Padre Ángel


El tamborilero de Nuñomoral, Óscar Duarte


HOMILÍA PRONUNCIADA POR EL OBISPO, RAÚL BERZOSA



Muy querido P. Angel y padres dominicos, queridos todos, los serranos de esta comarca y los allegados, sobre todo, los de Salamanca y Ciudad Rodrigo:

¡Feliz cumpleaños a todos! Como ya me he expresado en alguna otra ocasión, este día es para nosotros, como el cumpleaños comunitario al celebrar la fiesta de nuestra Madre, la Virgen de la Peña de Francia. Y, cuando en familia, nos reunimos a festejar el cumpleaños de una madre, en el corazón de los hijos siempre hay dos preguntas: “¿Cómo es nuestra Madre?… Y, ¿qué nos pide hasta el próximo año que nos juntemos a celebrar dicho cumpleaños?”

¿Quién es Nuestra Señora de la Peña de Francia?… Os confieso que, a raíz de la publicación del libro “La Montaña dorada”, del escritor Raúl Rentero Mateos, me puse a investigar sobre la historia de esta imagen y de este santuario. Brevemente, os regalo algo de lo que descubrí y, que sin duda, ya sabéis la mayoría de los presentes. Nos hará bien recordarlo.

Todo comienza, más o menos, en el año 751: Muza Ben Nuzair, jefe de los Omeya, invade estos territorios serranos con un potente ejército árabe. Los cristianos, entierran sus imágenes en esta montaña para no ser destruidas ni profanadas. Entre estas imágenes, la de Virgen.

El siguiente capítulo nos lleva a París. Hacia el año 1418, Simón Roland, un joven arrepentido de su vida pasada y en busca del verdadero amor, tras una confesión de toda su vida, emprende el camino de Santiago para encontrar sentido a su nueva existencia.

En el año 1424, en Sequeros, una joven llamada Juana Hernández, apodada más tarde la Profetisa, resucita de su ataúd y pre-anuncia lo que va a acontecer en estas tierras:

Primero, pide conversión a todos, devolver lo robado, caminar con pureza de corazón y, sobre todo, volver el rostro hacia la Peña de Francia y rezar a una Virgen que estaba allí escondida desde hacía más de doscientos años. Ella hará muchos milagros. Será descubierta por un hombre de buena vida. En dicho lugar se edificará un convento de padres predicadores. Y, en el futuro, peregrinarán muchas gentes de extrañas tierras y naciones.

Volvemos al francés Simón Roland, quien en 1427, escucha en el mercado de salamanca hablar de la Peña de Francia a unos carboneros. Intuye que allí va a encontrar el amor de su vida que estaba buscando…

En el año 1428, Simón Roland revela a varias personas que constantemente escucha una voz interior que le dice: “Vela, Simón, vela, y no duermas, y todos los secretos te serán desvelados”.

En 1430, Simón Roland parece contemplar la Peña de Francia como si fuese toda ella una montaña dorada y sigue escuchando: “Vela, Simón, Vela y no duermas”…

El 5 de enero de 1433, Simón Roland cree ver una gran bola de fuego que se extiende desde Ciudad Rodrigo hasta la Peña de Francia, al estilo de la estrella de los Reyes Magos de Oriente. Decide subir a la Peña de Francia.

El 19 mayo de 1434 se obra el gran milagro: Simón Roland va a encontrar la imagen de la Virgen, tras una noche de tormenta y relámpagos, y con heridas de sangre en la cabeza. A consecuencia de varios golpes, perdió el conocimiento y, al despertar de nuevo, escuchó por tres veces una voz de mujer: “Simón, Simón, Simón”… La respuesta de Simón: “Heme aquí”… Justamente donde había regado el suelo con la sangre de su cabeza, descubre, enterrada entre rocas, una imagen de la Virgen, muy austera, de color negro y no de mucha altura.

La dejó en el lugar, e inmediatamente lo puso en conocimiento del notario y escribano de San Martín del Castañar. Varios testigos subieron a la Peña y, en ellos, se obraron diversos milagros, como consta en las actas notariales. Así, el propio Simón quedó curado de las herida de su cabeza, con solo tocar la imagen; Pascual Sánchez se libró de un fuerte dolor de muelas; Juan Hernández de un dolor crónico de estómago; Benito Sánchez recuperó la movilidad de un dedo atrofiado desde su nacimiento. Antón Hernández, casi sordomudo, quedo liberado de oído y lengua. Reinaba entonces Juan II, era Papa Eugenio IV, y Obispo de Ciudad Rodrigo, Alonso Sánchez de Valladolid.

Al día siguiente del descubrimiento, 20 mayo de 1434, se colocó la primera piedra arrastrada por un buey, propiedad de Santos Hernández, padre de la profesita Juana de Sequeros.

El 19 noviembre del año 1436, el rey Juan II concede levantar allí un convento a la orden dominica. Y el 11 junio de 1437, cinco dominicos asumen el servicio de la Peña de Francia.

El 10 octubre 1437 ya había culto en la ermita con cierta normalidad. Curiosamente, el plano del conjunto del santuario recordaba la constelación de estrellas de la Osa Menor celeste. En este mismo año, 1437, muere Simón Vela, seguramente de infarto, mientras iba de camino hacia Lera, por la senda de los Castillejos.

A partir de este momento, aparecen otras imágenes, como también había anunciado Simón Vela: así, el 29 julio de 1439, unos canteros descubren la imagen del Apóstol Santiago. El 9 agosto de 1440, aparece una imagen del apóstol San Andrés. El 20 abril de 1446 se descubre la imagen del Santo Cristo. Y, según la profecía de Simón Vela, faltan todavía por desvelarse la imagen de Santa Catalina y el descubrimiento de una campana.

En el año 1495, se levanta el rollo de piedra, como concesión del rey Carlos V, para recordar que, desde 1445, este santuario mariano goza del privilegio de exención jurídica, otorgado por Juan II.

En cuanto a los Padres Dominicos, encargados de atender el santuario mariano, en 1480, levantaron un pequeño convento en Puebla de Yeltes, para vivir durante el frío invierno. Más tarde, en 1516, los dominicos levantan otro convento en El Maíllo, donde se refugiaban desde el día de todos los Santos, coincidiendo con las primeras nevadas.

Volviendo al Santuario, éste se vió afectado el 1 de noviembre de 1755 por el famoso terremoto de Lisboa. El 13 de enero de 1810 fue saqueado por las tropas francesas.

En Enero de 1823, el párroco de Mogarraz, y otros vecinos, toman a la fuerza la imagen de la Virgen y, tras casi una guerra civil entre pueblos serranos, la devuelven al santuario.

En 1835, estuvo a punto de destruirse todo por las leyes de la desamortización eclesiástica de Mendizabal. En ese mismo año de 1835, el día 14 de septiembre, el párroco de Sequeros, y otros vecinos, se llevan la imagen de la Virgen y los restos de Simón Vela, que son depositados en la Iglesia del Robledo, al lado de la profetisa Juana.

En 1855, las autoridades eclesiásticas conceden a la Alberca la custodia de la imagen, pero ante las quejas de los pueblos circundantes, se devuelve otra vez a su santuario y es custodiada por varios sacerdotes seculares.

En 1872 se roba de nuevo la imagen, y 17 años más tarde, el 18 de diciembre de 1889, es devuelta bajo secreto de confesión, en Salamanca, y en muy mal estado de conservación.

El 6 de Septiembre de 1890, se entroniza una nueva imagen, obra del escultor José de Alcoberro y, en su interior, se depositan los restos de la primitiva.

El 15 de julio 1900, regresan los dominicos al santuario. El padre Cámara, entonces obispo de Salamanca, entrega a los dominicos de San Esteban la administración de dicho santuario.

En 1934, Mauricio Legendre, destacado intelectual francés, organiza una gran peregrinación al santuario.

Es muy importante, ya en nuestros días, señalar dos décadas de 1944 a 1964, en las que el Padre Constantino Martínez Uriarte se encarga de restaurar material y espiritualmente el santuario. Recorrió todos los pueblos de la comarca, llevando en peregrinación a la Virgen. Murió en 1991, tras 64 de profesión religiosa y 55 de sacerdocio. El campo de San Andrés se convirtió tres veces en plaza de toros para sacar fondos. Allí torearon El Jumillano y Victoriano Posadas, entre otros.

En 1952, en la plaza mayor de Salamanca, el cardenal Tedeschini, legado pontificio de Pio XII, corona solemnemente a la Virgen de la Peña de Francia y, desde entonces, se la honra como patrona de Castilla y León. Es patrona, además, de la provincia de Salamanca, desde 1966. Su devoción se extendió a Filipinas, en donde es patrona de la región de Bicolandia, y en Latinoamérica, es patrona de Sao Paulo, Itapira y Resende Costa en Brasil.

El Santuario, fue declarado bien de interés cultural en 1956, y desde el 20 julio de 1958, según las nuevas delimitaciones diocesanas, pertenece a la diócesis de salamanca. En este año, del 2015, celebramos en Ciudad Rodrigo, el XXV aniversario de la Cofradía y hermandad de Nuestra Señora de la Peña de Francia.

Un último apunte literario: nuestra Virgen de La Peña aparece citada en El Quijote y en obra la Gitanillla de Cervantes; también en la obra “El casamiento y la muerte”, de Lope de Vega; y Tirso de Molina compuso la comedia “La Peña de Francia”, editada en 1635. En ella, se contraponen el amor humano y carnal de D. Enrique hacia la hermana del rey Juan II, y el amor eterno y puro de Simón Roland hacia la Virgen de la Peña de Francia.

Hasta aquí, algunos apuntes sobre nuestra Madre. “¿Qué nos pide vivir, como hijos, al menos hasta el próximo año?”… Me atrevo a señalarlo desde lo solicitado por el Papa Francisco, cuando habla de la Virgen, destacando cinco puntos, como cinco dedos de la mano según la exhortación “Evangelii Gaudium” (nn. 284-287):

1.- Es la Virgen “del sí a la vida”. María es como la tierra buena para la semilla de Dios. Supo transformar una cueva de animales en la casa de Jesús y la cruz en signo de esperanza. Como La Virgen, tenemos que defender la vida en todas sus formas y manifestaciones: desde el inicio hasta el final.

2.- Es la Virgen de “la Prontitud” para atender a los demás, la que sale y se pone en camino para auxiliar a los demás «sin demora», como hizo con su prima Isabel (Lc1,39).En ella descubrimos que la humildad y la ternura no son virtudes de los débiles sino de los fuertes. Tenemos que ser hombres y mujeres de respuestas “prontas” ante las necesidades reales de los demás.

3.- Es la Virgen cercana a los más pobres. Portadora de alegría (como en las bodas de Canáa) y manantial de alegría para los más necesitados. Como ella, tenemos que pone calor y color de hogar entre los más débiles y ayudar a búscar la justicia y la paz humanas.

4.- Es la Virgen llena de Espíritu para contemplar las cosas desde Dios y saber cantar las cosas de Dios. La que conservó cuidadosamente «todas las cosas de Dios meditándolas en su corazón» (Lc 2,19). Se nos invita también a nosotros a contemplar todo con los ojos de Jesús, sentir con su corazón y hacer con sus manos, como María Virgen.

5.- Es, finalmente, La Virgen que acoge a los apóstoles y es audaz para abrir nuevos caminos de evangelización. Ella, como estrella de la Nueva Evangelización, se dejó conducir por el Espíritu Santo. Con ella, como Madre, superaremos hasta “las fatigas del corazón y las noches oscuras de la fe” .

En resumen, esta dinámica de la Virgen, de amor y de ternura, de contemplar y caminar hacia los demás, es lo que hace de ella un modelo para la evangelización de hoy. Rogamos que, con su intercesión maternal, y con la luz y la fuerza del Espíritu Santo, nos ayude para que la Iglesia llegue a ser una casa para muchos, una madre para todos los pueblos, y haga posible el nacimiento de un mundo nuevo, más fraterno y más humano, como Dios mismo lo soñó. Pedimos su bendición maternal para todos los habitantes de esta comarca y para todos los presentes, especialmente para nuestros enfermos y más necesitados.

+ Raúl, obispo de Ciudad Rodrigo