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Día histórico en La Atalaya donde se celebra la primera boda en el Ayuntamiento

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La Atalaya. CARLOS GARCÍA

Lo que pretendía ser un mero trámite entre una pareja de novios que necesitaba casarse para irse a China por motivos laborales, se ha convertido en una fiesta por todo lo alto, ya que han tenido el privilegio de ser los primeros novios que se casan en el Ayuntamiento del pueblo salmantino de La Atalaya.

Se trata de un pueblo situado al pie de la Sierra de Gata donde viven a diario, según explica su alcalde, Feliciano Hernando, no más de sesenta personas, muchas jubiladas, que en el día de hoy han arropado a Miguel Ángel Pérez y a su esposa, Piedad Elena Vasques, natural de Colombia, por ser los primeros que se dan el "sí quiero" en el edificio consistorial.

Miguel Ángel y Piedad, que residen en Madrid desde hace años, han declarado , momentos antes de contraer matrimonio, que decidieron casarse con cierta urgencia, ya que por motivos laborales se tenían que ir a Shangai (China).

"Si nos casábamos, mi mujer se evitaba tener el permiso de turista y así no tenía que estar viniendo a España tantas veces para renovar el visado", asegura el novio.

Sin embargo, lo que iba a ser un mero trámite fue cada vez a más y acabaron hoy viernes invitando a todo el pueblo, que les ha acompañado incluso por las calles cuando iban camino del Ayuntamiento, donde les esperaba el regidor.

Las sorpresas no quedaron ahí, ya que, tras salir de la casa de su abuela, Adoración, de 90 años, los novios, en compañía de sus familiares más directos, decidieron ir acompañados de "Campanilla", una burra blanca de su tío Desiderio Pérez, que les acompañó hasta el Consistorio y en la que, incluso, montó la propia novia.

Los padres del novio, Alicio Pérez y Consuelo Sánchez, que residen en La Atalaya, tenían preparado, como manda la tradición en esta zona de la provincia de Salamanca, un convite para todos los vecinos.

No faltaron los dulces típicos como las perrunillas, ni tampoco las empanadas de embutido de cerdo ibérico, denominadas hornazo, que se comen en todas las celebraciones.

La Atalaya, explica su alcalde, es un pueblo sin niños y sin escuela desde hace dos décadas, donde toda la gente ya está jubilada excepto cinco ganaderos.

A pesar de ser una aldea muy alejada de la capital, cuentan con un botiquín de farmacia dos días a la semana, dos bares, una panadería y dos casas rurales.

"La verdad es que no me lo esperaba, pero me siento orgulloso de ser el primer alcalde de La Atalaya que casa a dos novios en el Ayuntamiento", asegura Feliciano Hernando, tras oficiar el enlace, mientras de fondo se escucha la clásica serenata "que vivan, que vivan, que vivan los novios, que sean felices en su matrimonio".