Vivimos de la agricultura

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Como habrán notado a lo largo de nuestra amistad y a través de éste, su digital de cabecera, le tengo bastante fobia al poder. Al poder alcanzado por imbéciles. Al poder así, a secas, estúpido, prepotente, malicioso, ambicioso, indolente e ineficaz.


Ya sabemos todos que toca un cambio, que viene otra era en la política nacional, pues a pesar de los buenos augurios, me temo mucho que nada cambie para la cenicienta del país: los hombres del campo, los agricultores y ganaderos.


Ningún partido de los que pretenden gobernar en próximo futuro tiene en su programa en consideración el capítulo “Agricultura”. A penas una frase ambigua hablando de la “mejora en la calidad de vida de la gente rural”.


Y mientras a vueltas con la PAC que ha destruido el espíritu empresarial de la gente del campo y les ha sometido a la ley de los burócratas de Bruselas.


Y mientras, nuestro ministerio que ha pasado por cambios de nombre bajo anteriores gobiernos, sigue sin cambiar en cuanto a la elección de su titular. Hemos sufrido lo peor de cada casa si exceptuamos a Loyola de Palacio que se esforzó por formar buen equipo, conocer a fondo la problemática del campo español y poner remedio a lo que pudo, pero sobre todo, elevó el mundo agrario a niveles de popularidad desconocidos hasta entonces.


El urbanita empezó a saber que los alimentos que consume no crecen en los supermercados.


Vivimos en una comunidad autónoma cuya importancia ganadera y agrícola lo demuestra que teniendo en cuenta que España ocupa el segundo lugar en la Unión Europea con una participación del 22% en la ganadería y un censo próximo a los 20 millones de cabezas, Extremadura, Castilla- León, Castilla La Mancha, Andalucía y Aragón concentran las mayores cabañas, representando en conjunto el 80% del total.

La industria agroalimentaria española presenta una balanza comercial positiva, es superior el valor de los exportado en materias primas y alimentos a lo importado en dichas materias. Pero la población activa agraria no ha parado de bajar desde 1950 lo que ha supuesto una transferencia de recursos humanos hacia otros sectores y ciudades en detrimento del medio rural.


Con un 2,5 % del PIB, es evidente que el campo cuenta poco y en época de elecciones menos todavía aún siendo un sector estratégico de suma importancia en momentos de crisis. Ni siquiera la continua reducción del número de agricultores y ganaderos ha permitido mejorar la productividad del trabajo empeorando la brecha con el resto de sectores económicos. Así que el voto del de pueblo vale menos que el de núcleo urbano y los políticos no se molestan en pensar un poco en ellos.


Pues me apuesto un café con ustedes a que cuando llegue el momento de designar ministro de agricultura, cogerán lo que nadie quiere… o con un poco de suerte lo será el alumno de mi historia.



Un alumno, hace algún tiempo, respondió en un examen que:


”La vaca es un mamífero. Tiene seis lados: el de la derecha, el de la izquierda, el de arriba, el de abajo. El de la parte de atrás tiene un rabo, del que cuelga una brocha. Con esta brocha se espanta las moscas para que no caigan en la leche. La cabeza le sirve para que le salgan los cuernos y, además, porque la boca tiene que estar en alguna parte. Los cuernos son para combatir con ellos. Por la parte de abajo tiene la leche. Está equipada para que se le pueda ordeñar. Cuando se la ordeña, la leche viene y ya no para nunca.


El marido de la vaca es el buey. El buey no es mamífero. La vaca no come mucho, pero lo que come lo come dos veces, así que ya tiene bastante. Cuando tiene hambre muge, y cuando no dice nada es que esta llena de hierba por dentro. Sus patas le llegan hasta el suelo.


La vaca tiene el olfato muy desarrollado, por lo que se le puede oler desde muy lejos. Por eso es por lo que el aire del campo es tan puro”.


Este chico tiene todas las posibilidades de alcanzar un alto cargo en la Administración.


Ana de Rojas