La comarca de Ciudad Rodrigo se encomienda a San Blas para prevenir el catarro

|

LAS MUJERES DE SERRADILLA PORTAN LA MANTILLA EN EL DÍA DE SAN BLAS


Desde la época de los Reyes Católicos, ya descubierta América, Ciudad Rodrigo celebra la festividad de San Blas mediante su cofradía más antigua y cada año reparte miles de gargantillas que los devotos se anudan al cuello para encomendarse al santo y prevenir las afecciones de garganta.

En 1493 se fundó esta cofradía que tiene su sede en el Monasterio de La Caridad, el que fuera cuartel militar de las tropas napoleónicas en su conquista de la península Ibérica.

Como cada año, se han repartido un total de 15.000 gargantillas, el equivalente a diez kilómetros de cintas, tras la homilía pronunciada por el obispo de la diócesis, Raúl Berzosa.

El prelado se ha referido en sentido figurado a la necesidad de los fieles de tener, al igual que el Papa Francisco, una "garganta sana para decir las cosas con claridad y valentía, siendo profetas, como el Papa Francisco lo viene haciendo".

En casi la totalidad de los pueblos salmantinos los fieles adquieren hoy una gargantilla, con motivo de la festividad de San Blas, que la llevarán en el cuello, como es tradición, hasta el Miércoles de Ceniza, día en que se la quitan y la queman.

De manera especial, esta tradición la viven los vecinos de la aldea salmantina de Serranillo, donde las mujeres se arrodillan en la iglesia para que el santo, llevado en andas por los hombres, pase por encima de ellas.

Entre las localidades salmantinas que profesan también devoción a San Blas figuran Mogarraz, Peralejos de Abajo, La Fregeneda o Villavieja de Yeltes.

Las gentes del pueblo salmantino de Serradilla del Arroyo también tienen de patrón a San Blas y durante la misa los hombres acuden vestidos con capa negra y las mujeres portan una mantilla.

Tras las procesiones, los devotos se agolpan en los altares de las iglesias salmantinas para adquirir una gargantilla de su color preferido a un precio que ronda los cincuenta céntimos de euro.

San Blas (Blas de Sebaste) fue médico de la región turca de La Capadocia en el siglo IV, donde los cristianos practicaban su religión escondidos en cuevas volcánicas.

Aseguran que San Blas libró a un niño de ahogarse con una espina y, de ahí, el recuerdo de las gargantillas.