Fabricar cisco de encina, un oficio en vías de extinción en el medio rural

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El oficio de fabricar cisco se ha convertido en la última década en un reducto que, más que una labor rentable, lo siguen practicando algunos leñadores por tradición y por servir a las pocas personas, la mayoría de avanzada edad, que aún lo usan para combatir el duro invierno de la meseta.

Antaño, el oficio conocido como "cisquero" era fundamental para las personas del medio rural, ya que, lejos de calentarse con los sistemas habituales de calefacción, usaban los braseros de cisco.

Cuando la chimenea ya tenía suficientes rescoldos, los echaban en el brasero y para que la combustión durara más los mezclaban con el cisco y, así, podían soportar durante toda la tarde-noche el frío que se metía en las alcobas de las viviendas.

En el Campo Charro de Salamanca, donde está la mayor concentración de dehesas de encinares de todo el mundo, apenas continúan con el oficio media docena de leñadores, que elaboran algo de cisco para servir a las personas mayores durante el invierno.

"Lo hacemos para vender algunos sacos a las personas mayores, ya que siguen usando este combustible para calentarse y no tienen quién se lo haga", explican los cisqueros de la comarca de Ciudad Rodrigo.

El cisco se elabora con las ramas que sobran de la poda de la encina.

Los palos más gruesos se usan para la combustión de la chimenea y los palos más delgados, también denominados "taramas", que no tienen valor para la combustión, se dejan en montones grandes en el campo para la posterior elaboración del cisco.

Una vez amontonadas las "taramas", se prenden para que empiecen a arder.

Cuando todos los palos finos se han convertido en rescoldos, llega el momento clave, ya que hay que apagarlos con rapidez para que las brasas no pierdan su capacidad de combustión.

Varias personas se afanan en darle vueltas a los rescoldos para irlos apagando poco a poco.

Para que el cisco sea de gran calidad y no pierda propiedades de combustión, hay que usar la menor cantidad de agua posible para apagarlos, por lo que el proceso se centra en darle vueltas una y otra vez a toda la "cisquera", hasta que se logra apagar.

Algunos "cisqueros", cuando los palos ya son rescoldos, en vez de darle vueltas, optan por tapar todo el montón con plásticos de grandes dimensiones, ya que, cuando no quede oxigeno el cisco, se irá apagando lentamente, sin tener que usar agua.

Una vez apagado, llega el momento de introducirlo en sacos de veinte kilos, que los venderán al precio de seis euros.

Antiguamente, el proceso de meter el cisco en sacos era muy importante, ya que si había algún rescoldo que todavía estaba prendido podía quemar toda la carga.

Los mayores de los pueblos del Campo Charro de Salamanca recuerdan cómo más de un carro se llegó a calcinar cuando transportaba cisco, debido a que algún saco echó a arder.

El cisco también está en desuso debido a su extrema peligrosidad, ya que si se usa en lugares con escasa ventilación, puede originar intoxicaciones por un elevado índice de monóxido.

Cada año se registran numerosas intoxicaciones por monóxido e, incluso, la muerte de alguna persona, que ha usado el cisco para calentarse.

Antiguamente, las casas de los pueblos tenían mucha ventilación, pero las nuevas construcciones posibilitan que las nuevas viviendas o las reformadas estén más protegidas del frío, por lo que no es conveniente el uso del cisco.