La Tía Gora cumple 110 años, rodeada del cariño de sus vecinos en Peñaparda

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tiagora110portada.jpgCuando los periodistas de la revista "Blanco y Negro", Azorín o Emilia Pardo Bazán, ultimaban sus relatos del primer número del año 1905, nacía en Peñaparda, en el seno de una familia humilde, Gregoria Benito, que hoy ha cumplido en este mismo pueblo salmantino 110 años de edad.

Vive sola, asistida, de noche o de día, cuando haga falta, de sus dos inseparables vecinos, José y Nicolasa, que son sus hijos y que cada mañana la levantan de la cama, la asean y le atizan una buena lumbre.

Gregoria, "La Tía Gora" para toda la gente del pueblo, esconde entre su cara las manchas de haber trabajado de sol a sol, la mayor parte del tiempo en los densos pinares y robledales de Peñaparda, un pueblo del suroeste de Salamanca, con demasiado terreno estéril y sólo apto para las cabras, que propició un éxodo masivo en el primer tercio del siglo XX y que llevó a la mayoría de sus gentes al sur de Francia.

Hasta allí también emigró la Tía Gora, pero apenas duró en el país galo cuatro años, ya que "no se amoldó" y regresó a Peñaparda.

"Es el único tiempo que he vivido fuera, el resto lo he pasado aquí, trabajando muy duro junto con mi marido, para tener la comida de cada día", asegura la voz ya resquebrajada de Gregoria.

Entre los pequeños y mayores de este municipio, donde aún mantienen un dialecto propio, proveniente del leones y denominado "Parla del Rebollar", el respeto por la Tía Gora es muy grande, ya que ella tiene una historia llena de carisma entre sus convecinos.

Camila Bizarro, la regidora, asegura que "es raro el día que no voy a verla, ya que ella, a pesar de vivir sola, quiere estar siempre con gente".

"Me gusta que me hagan 'caraba' -compañía- ya que me entretengo y hablamos de nuestras cosas", explica la centenaria 

En esta localidad, Gregoria Benito siempre ha sido "la alegría del pueblo", reconocen sus convecinos, por lo que el tamborilero del municipio, José Benito Mateos, le pide, en un fluido diálogo en el dialecto del rebollar, que toque y cante algo con el pandero cuadrado, un instrumento fabricado con piel de cabra, rectangular y único de Peñaparda, que, en teoría, sólo tocan las mujeres.

La Tía Gora, ante la incredulidad de sus hijos, anima a todos con una cadena de canciones, mientras se afanaba con el pandero cuadrado.

"Casi no ve, oye mal, pero lo del pandero cuadrado es que le anima muchísimo", asegura su hija Nicolasa.

La Tía Gora explica que, si fuera por ella, "llegaría hasta los 120 años", aunque prefiere rendirse a lo que "diga el Señor".

"Es el que manda y, por tanto, yo viviré hasta que él quiera", insiste Gregoria, que, como manda la tradición de esta zona salmantina, viste de riguroso luto desde que hace más de cuatro décadas falleciera su marido.

Y, por su puesto, el atuendo más popular de El Rebollar, el pañuelo negro de la cabeza, lo lleva puesto todo el día.

"Tengo doce bisnietos, pero de sus nombres no me andes preguntando porque ya no me acuerdo", explica la centenaria durante la entrevista.

"Pero, ¿cuántos años tengo?", pregunta la centenaria, que no da crédito a la cifra que le repite su hijo.

"Ponga usted que estoy muy bien de salud, que es verdad, y que me gusta mucho cantar y tocar el pandero", concluye la centenaria que, como dijo Azorín en su artículo que escribió la primera semana de 1905 para Blanco y Negro, es todo alegría, "como los cipreses del cementerio".