Ciudad Rodrigo viaja al medievo con los Caballeros del Alarde

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El pueblo  de Ciudad Rodrigo ha hecho gala de su historia y viaja desde este sábado, 27 de julio de 2014, hasta la época medieval, para escenificar la lucha entre los caballeros y poner en valor su recinto amurallado, fiel testigo de numerosas batallas, por estar enclavado en plena frontera hispanolusa.

Desde hoy, en el marco del programa Caballeros del Alarde, se dan cita en Miróbriga decenas de recreadores, que han simulado aquellos momentos del feudalismo y de las luchas entre nobles, que se repartían el oeste de la provincia de Salamanca, entonces a caballo entre el Reino de León y la Lusitania.

Los recreadores han recordado el papel tan relevante que jugó Ciudad Rodrigo en los siglos XV y XVI, como lugar de residencia de la nobleza, años en los que se construyen la infinidad de monumentos, palacios, templos y casas señoriales que tiene Ciudad Rodrigo en su casco histórico.


Hasta esta ciudad salmantina se han acercado, incluso, numerosos arqueros de diferentes provincias de Castilla y León, que han desarrollado diferentes pruebas en los fosos de la muralla.

Uno de los principales atractivos son las justas medievales que se libraban entre arqueros, caballeros y guerreros a pie, que en este sábado se han revivido en la Puerta del Sol, una de las entradas al recinto histórico de Ciudad Rodrigo.

En estas jornadas medievales se han recordado la lucha entre bandos nobiliarios que se vivió durante el primer tercio del siglo XVI entre los partidarios del emperador Carlos I (la familia de Los Águila) y los que apoyaban al movimiento de la Comunidades de Castilla, que eran los nobles conocidos como Los Pacheco o Los Chaves, a los que se le atribuyen la construcción de varias casas palaciegas en esta población.

Uno de los mejores testigos de los conflictos bélicos que ha vivido Ciudad Rodrigo, es su alcázar, desde cuya torre se divisa la frontera portuguesa, además de las montañas cacereñas de Las Hurdes, una zona de entrada musulmán.

La Torre fue construida durante 80 años, desde 1372, es conocida como El Castillo Enrique II de Trastamara y uno de los elementos más singulares de su interior son sus cien escalones que hay que superar para coronar la torre y donde, después de más de 600 años, aún se pueden ver los restos de las ganzúas en los escalones que se utilizaban para cargar con las piedras.

La mayoría de los canteros que construyeron este alcázar, que es uno de los patrimonios que mejor simboliza la frontera hispanolusa, eran judíos que, tras La Reconquista, se marcharon al pueblo portugués de Belmonte, a ochenta kilómetros de la localidad salmantina y donde todavía vive una gran colonia de origen judío, la mayoría descendientes de sus antepasados mirobrigenses.

Las siete puertas de la muralla de Ciudad Rodrigo, construida en el siglo XII, han sonreído hoy a los numerosos recreadores que han desfilado por la entrañas monumentales de una ciudad que entre 1400 y 1500 jugó uno de los papeles más relevantes de la historia de España, ya que era un enclave estratégico para combatientes que llegaban por el Atlántico, por el sur o desde el Reino de Castilla.

Pero, sin duda, el caballero más afamado de Ciudad Rodrigo fue Feliciano de Silva, tratado duramente por Cervantes en El Quijote, aunquee fue un gran literato de principios del siglo XVI por sus libros de caballerías, que tuvieron mucha trascendencia en América.