Hace más de una docena de años que conocimos el mal llamado “mal
de las vacas locas”, ése que, en teoría, según Badiola y unos cuantos más,
salvo la entonces Ministra de Sanidad y Consumo, Celia Villalobos, que no
tenían ningún problema en comerse el chuletón con hueso, nos iba a dejar el
cerebro como una esponja para convertirnos en ovejas modorras, que eran, por
cierto, las que se mataban para comer y darse un festín extra en casa de
nuestros abuelos que vivían y convivían con el campo.
Fue aquel miedo escénico que amenazaba con pandemia, el
mismo que hace unos años cuando la gripe A, el que alertó a los buitres
carroñeros que planean junto a los despachos de los políticos para hacer
negocio: Montamos una Planta de
Tratamiento MER (los materiales específicos de riesgo) para incinerar animales
y nos forramos.
Y así fue; bueno, así fue, salvo en La Fuente de San
Estaban, donde no permitieron construir
dicha planta, tras varias multitudinarias manifestaciones de las gentes
del Campo Charro.
Sin embargo, los buitres, tras más de una docena de años,
siguen forrándose a manos llenas a costa de los ganaderos, que tienen que pagar
un dinero porque le recojan los cadáveres y bajo la permisibilidad, en este
caso del Gobierno de Castilla y León, que aún no deja a los ganadero que tiren,
como se ha hecho toda la vida, por el bien de la preservación de la cadena
trófica,el ganado muerto en ciertos lugares de sus fincas a los que
solían acudir los buitres (estos sí son los de verdad) para comer la carne
putrefacta de las vacas, ovejas, caballos,…
Pero no, es mejor, como dice Luis Ángel, el presidente de
Asaja-Salamanca, que los políticos se empeñen de convertir a los buitres
carroñeros en aves depredadoras que, por
no tener carroña en el campo, tienen que matar a lo que pillan, es decir,
ovejas indefensas o vacas de parto inmóviles. Todo, con el consiguiente
perjuicio para el ganadero.
Pero todo esto da igual, porque desde que se inventó el mal
llamado “mal de las vacas locas” algunos se han forrado y lo quieren seguir
haciendo bajo la permisibilidad de los que mandan, de los políticos, que, por
ejemplo, sólo han autorizado a 36 ganaderos a que puedan dejar los cadáveres en
sus fincas para que haya un proceso natural de descomposición.
Ver para creer, porque el caso es arreglar el bolsillo de
unos pocos a costa de los que se dejan la piel en mantener su explotación
ganadera.