Ricardo Blázquez
Cuando en estos días, la gente me saca la conversación de D. Ricardo Blázquez, nuevo presidente de la Conferencia Episcopal Española; mi mente no puede menos de evocar tiempos pasados. Parece que vuelven a entrar en aquel cuerpo flaco y temeroso, de un muchacho, que se enfrentaba a la aventura de la Universidad las sensaciones vividas en los primeros dias de octubre del año 90.
Casi una veintena de chicos, de Avila y Ciudad Rodrigo que queríamos
ser curas echábamos a andar el curso académico y con ello una aventura
de colaboración y hermandad entre dos
iglesias diocesanas, que aún sigue viva.
Aquel primer día en
aquella preciosa casa junto al cementerio de Salamanca, a parte de los tres nuevos moradores
farinatos, había huéspedes ilustres. Era Antonio Rouco, entonces Arzobispo de Santiago y su auxiliar Ricardo Blázquez, habían venido para la Inauguración del curso
en la Universidad Pontificia.
Me sorprendió la familiaridad de todos los de la casa con
Ricardo, todos le hablaban de tú, el se sentía tan en casa como cualquiera.
Habían sido mas de veinte años en Salamanca y con aquella gente. Su
nombramiento de obispo auxiliar había dejado sin estrenar un apartamento que
le habían preparado para e en el nuevo
seminario-teologado de Avila en salamancal. Y otro para su amigo y compañero,
el también profesor Sanchez Caro. Este era un muy refinado hombre de Ciudad.
Ricardo es un hombre de pueblo y así lo manifestaba. Villanueva del Campillo,
en las estribaciones Gredos le acoge cada
verano como a uno mas de sus hijos dispersos por tantos sitios.
Ser de pueblo constituye para Ricardo toda una seña de
identidad, es un hombre serio y tímido, pero cálido y afable. Me sorprendió la
atención con que nos preguntaba a los nuevos; Como estábamos. Cuando venía a
salamanca y terminaba la comida o la cena organizaba rápidamente una partida de
cartas. Se lo tomaba todo con tranquilidad pero con una enorme decisión.
El paso de los años me permitido ver como este hombre, que
ha sido puesto en primera línea de fuego muchas veces, ha atesorado la gran
virtud del temple. Tanto cuando lo nombraron obispo de Palencia para suceder al
carismático Nicolás Castellanos, dejaba la mitra para irse a misiones. O cuando
decía Arzalluz: “ ahora nos mandan de Obispo a Bilbao a un tal Blázquez”
Aquel “tal Blázquez” lidio con firmeza, trabajo y mucho
cariño la vida del pueblo vasco, colaborando activamente en la construcción de
la paz de aquel pueblo rico en pan y
pobre en libertad, tranquilidad y
armonía. También dio la talla los tres años que presidió el episcopado español, con los ojos encima de su espalda de
su amigo y a su vez todopoderoso Cardenal Rouco Varela, que había dejado la
presidencia para volverá cogerla.
Ahora de arzobispo en Valladolid, su Castilla del alma se
echa “palante” con el apoyo de tres cuartos de los obispos a presidir esta
Iglesia abierta y limpia que, quiere el papa Francisco. Tendrá apoyos y
resistencias, principalmente las le salgan de dentro de su persona, marcada por
tantos años de tarea que derivan en una efectiva deformación profesional, pero
sin duda saldrá de esta por su pie.