Regresar al pueblo para rehacer la vida, un brindis para 2014

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opinioneditorial
A más de un joven o, incluso, a mayores cincuentones (que no se ofendan los que ya suman medio siglo) se le pasará esta Nochevieja brindar en compañía de sus abuelos, hermanos, padres, hijos,... por la feliz idea de de pedirle al año que entra una vida sin hipotecas, sin letras mensuales por aparatos electrónicos rotos desde hace tiempo, sin recibos de gas/gasóil/luz asfixiantes, sin préstamos superfluos que se pusieron de moda en los primeros años del siglo XXI en las grandes urbes, etc, etc, etc,... 
Es decir, a más de uno, a muchos, diría yo, les encantaría volver a esa casa vacía que dejaron los abuelos, a esa vivienda que no sabe de préstamos, a ese pueblo de economía de subsistencia, a ese rinconcito donde lo único agobiante es que te conoce toda la gente.
Pues sí, con la que está cayendo, los pueblos deberían ser la solución que acariciara y diera la bienvenida a todos esos oriundos repartidos por las capitales de la geografía española, que sacaron unos estudios con el esfuerzo de sus padres y que ahora se ven en el paro, encerrados en un callejón repleto de gente, donde la única salida es la pensión que cobran los abuelos.
Pero nadie, nadie se atreve a ponerle el cascabel al gato y... ¿saben por qué?: Pues porque es una solución que requiere de años, de esfuerzo, de inversiones sin réditos políticos, de inteligencia y de algo fundamental que los políticos de la bancada desconocen: poner en valor el campo, la tierra abandonada, la de labranza, la de dehesa, la de monte. 
Y es que los que gobiernan no son hombres de campo, porque si lo fueran no hubieran podido aspirar a un banco en alguna de las Cortes.
Los que gobiernan, todos, los unos, los otros y los del bando contrario, deberían estar midiendo todos los terrenos y cuantificarlos para que pudieran llegar esos pobladores que tierras como la comarca de Ciudad Rodrigo esperan para no morir desangrada por aquellos que se fueron y que, a pesar de que desean el regreso, no pueden porque ni siquiera tienen para pagarse el camino de vuelta. Así de duro y así de real.
Por eso, desde este editorial, el último de 2013, pedimos en el brindis toda la salud posible para esas gentes ahogadas de las grandes ciudades, para que tengan las energías suficientes y puedan regresar a su pueblo que agoniza y que tanto les echa en falta.
Feliz Año Nuevo