Desde la otra orilla

¿Qué es la Navidad? 

¿Nos lo hemos preguntado alguna vez? ¿O tal vez nos han dado las respuestas hechas? No se si sería muy arriesgado afirmar que la Navidad nos la dan montada en el consumo, los buenos deseos, la sonrisa odontológica, las dudosas y escasa motivaciones religiosas  y las luces de neón. Y con esas mimbres que cada uno fabrique el  cesto que pueda. En no pocas ocasiones lo que más motiva es la indudable certeza del paso del tiempo.  Dejar atrás días de almíbar, buenos deseos, consumo excesivo y  necesidad de ser felices por decreto, es algo que en ocasiones, motiva por encima del resto de las cosas. 

Sin embargo el gran mensaje que encierra la Navidad no puede ser malgastado con las simple inercia de gastar el tiempo. Si bien el mensaje cristiano de un Dios que pasa por la aventura humana, puede ser  que no vaya más allá de las palabras;  para esta sociedad postcristiana y motivación de toda esperanza para los cristianos; la navidad nos invita a mirar la vida desde su punto no material.

La navidad nos puede ayudar a  mirar todas las cosas desde su punto menos material, sin pretender olvidarlo, pues sería mera hipocresía,  y sólo somos felices cuando acertamos  con los caminos de la autenticidad. La tradición de la Navidad es llenar de humanidad todos los rincones de nuestros entornos, en la sinceridad de nuestras realidades. Y es que los humanos somos más alma que cuerpo. Y nos damos plenitud a nosotros mismos; buscando, y encontrando a veces una tensión saludable entre el poder y el servir; el tener y el compartir, y el ser y el parecer. Es cierto que todo el año es tiempo favorable, pero la navidad es oportunidad de humanismo para el hombre y la mujer de todos los tiempos.