Este mundo está al revés, perdón al derechas y muy al derechas para los que más tienen, mas pueden y más “saben”; y más al derechas que lo que quieren poner.
Resulta, que los medios de comunicación ponen en la plaza
pública y en boca de todos circunstancias tan duras como carencias materiales,
conflictos sociales de relación, rupturas familiares y hasta patologías
psíquicas; convirtiendo al gran público en juez, censor y benefactor de cada
persona, que apretada por sus circunstancias; se preste a tal y tan sucio juego.
Pero todo se revierte cuando comprobamos que los espacios
públicos toman tintes de privatización y de privacidad. Cuando lo público
abandona el servicio, como característica que más le honra e identifica,
entran en juego factores como el lucro, la competición
que no competencia y el abaratamiento de costes en busca de unos márgenes
comerciales más amplios; y en perjuicio de todos aquellos que no podrán pagarse
de su bolsillo facetas humanas tan importantes como la salud, la educación o
una enfermedad crónica o vejez dignas.
La privatización abarata y rebaja, siempre rebaja costes y calidad en la atención
de los más necesitados. Ahora que se nos
viene encima la reforma de las entidades locales, nuestros ojos verán y echarán
lagrimas por ello, como todos los servicios de nuestros pequeños pueblos
formaran parte del negocio de grandes empresas que tendrán fácil acceso a
ellas. El agua ya no será del pueblo, ni los pastos, ni las piscinas, ni las
áreas de cultura, ni los cementerios municipales, ni tantas cosas que estarán
en manos de grandes licitantes y le darán el sentido para el que adquirieron
tal servicio: el del negocio.
Por eso no puedo menos de afirmar que para mí y para mi
gente, el mundo está al revés