Andamos revueltos
Hace pocos días tras leer en la prensa las declaraciones
de alguno de los responsables de esta Iglesia local de Ciudad Rodrigo, sobre la
asamblea diocesana que tendrá lugar a fin de curso en nuestra ciudad; me dijo una
persona: “los curas andáis revueltos”.
En el fondo, no deja de ser un halago. Se trata de reconocer que la
Diócesis más pequeña de España, que es la nuestra, no deja que la rutina la
lleve a la desaparición, que sus pasos diarios no sean un hacer lo de siempre,
cerrada sobre sí misma y sin más
aspiraciones que mantenerse.
La aspiración de los cristianos de Ciudad Rodrigo es crecer; crecer hacia dentro de forma prioritaria. Que las comunidades sean más vivas, que todos desarrollemos la función que propiamente tenemos, que respiremos evangelio, que estemos dispuestos a purificar nuestros hechos y actitudes, que no dudemos que nuestra función en la sociedad es construir futuro en nuestra humilde realidad. Crecer.
Para ello, nuestra Iglesia se
pone manos a la obra convocando una asamblea diocesana, evento de menor rango
que el Sínodo Diocesano, que tras el concilio se ha celebrado en gran parte de
las Iglesias de España. Tendrá lugar los
30 y 31 de Mayo y el 6 y 7 de Junio en Ciudad Rodrigo como centro de una
diócesis que se extiende desde El Rebollar a Las Arribes, y desde la Frontera
portuguesa hasta Tamames, a las puertas de la sierra de Francia.
La Asamblea es un evento que
escapa de ser algo puntual, protocolario e institucional; sino más bien un punto de inflexión en el que
de forma pacífica se revuelva nuestro ser y estar de cristianos en este mundo,
en esta tierra y las poquitas personas que vamos quedando. Para ello se está haciendo un trabajo de
reflexión y discernimiento, que parte de las bases para llegar a Asamblea; que
como todas tendrá unas propuestas que serán votadas y unos resultados que darán
lugar a unas conclusiones. Conclusiones que no podemos entender como recetas
mágicas para solucionar todos los problemas. Conclusiones que han de abrirnos
un horizonte más amplio en nuestro lánguido presente y nuestro estrecho futuro.
Todo ello en vistas a ser La Iglesia del Dios cristiano
en esta tierra, que por Él somos sostenidos, no para dar respuestas de
arqueología cultural o entretenimiento folklórico, sino para ver la fe como
fuente de sentido de nuestra, muchas veces, azarosa existencia.