Desde la otra orilla

|

Andamos revueltos


foto_3

Hace pocos  días tras leer en la prensa las declaraciones de alguno de los responsables de esta Iglesia local de Ciudad Rodrigo, sobre la asamblea diocesana que tendrá lugar a fin de curso en nuestra ciudad; me dijo una persona: “los curas andáis revueltos”.  En el fondo, no deja de ser un halago. Se trata de reconocer que la Diócesis más pequeña de España, que es la nuestra, no deja que la rutina la lleve a la desaparición, que sus pasos diarios no sean un hacer lo de siempre, cerrada sobre sí misma  y sin más aspiraciones que mantenerse.

La aspiración de los cristianos de Ciudad Rodrigo es crecer; crecer hacia dentro de forma prioritaria. Que las comunidades sean más vivas, que todos desarrollemos la función que propiamente tenemos, que respiremos evangelio, que estemos dispuestos a purificar nuestros hechos y actitudes, que no dudemos que nuestra función en la sociedad es construir futuro en nuestra humilde realidad. Crecer.

Para ello, nuestra Iglesia se pone manos a la obra convocando una asamblea diocesana, evento de menor rango que el Sínodo Diocesano, que tras el concilio se ha celebrado en gran parte de las Iglesias de España. Tendrá lugar  los 30 y 31 de Mayo y el 6 y 7 de Junio en Ciudad Rodrigo como centro de una diócesis que se extiende desde El Rebollar a Las Arribes, y desde la Frontera portuguesa hasta Tamames, a las puertas de la sierra de Francia.

La Asamblea es un evento que escapa de ser algo puntual, protocolario e institucional;  sino más bien un punto de inflexión en el que de forma pacífica se revuelva nuestro ser y estar de cristianos en este mundo, en esta tierra y las poquitas personas que vamos quedando.  Para ello se está haciendo un trabajo de reflexión y discernimiento, que parte de las bases para llegar a Asamblea; que como todas tendrá unas propuestas que serán votadas y unos resultados que darán lugar a unas conclusiones. Conclusiones que no podemos entender como recetas mágicas para solucionar todos los problemas. Conclusiones que han de abrirnos un horizonte más amplio en nuestro lánguido presente y nuestro estrecho futuro.

Todo ello  en vistas a ser La Iglesia del Dios cristiano en esta tierra, que por Él somos sostenidos, no para dar respuestas de arqueología cultural o entretenimiento folklórico, sino para ver la fe como fuente de sentido de nuestra, muchas veces, azarosa existencia.