(versión lengua de El Rebollar)
Que no nos falte la música
Todos los días de nuestra vida están llenos de música, desde
que nos levantamos por la mañana y ponemos la tele o la radio hasta que nos
vamos a la cama por la noche. Sintonías de los programas, programas de música,
música en los anuncios,... ¿Y todo ésto a qué viene? Pues a que el pasado
viernes 22 de noviembre fue Santa Cecilia, patrona de los músicos.
Aunque en
muchos lugares este día pasa sin pena ni gloria, en Ciudad Rodrigo no se quiso
dejar pasar este día como si fuese un día cualquiera. Así, la Banda Municipal
de Música dio un concierto en el Teatro Nuevo con motivo de ese día. Concierto
que tuvimos la suerte de oír unas 150 personas. Y los profesores de la Escuela
de Música dieron otro en el mismo lugar este lunes.
Como he dicho
al empezar este artículo, toda nuestra vida está llena de música desde que
nacemos. Los primeros músicos que conocemos son, seguramente, nuestra madre y,
quizás, nuestra abuela que, mientras estamos en la cuna o en sus brazos, nos
cantan una nana para que dejemos de llorar y nos quedemos dormidos. De ahí a
que nos canten el “Cumpleaños Feliz” hay muy poco... Y esta canción no hay año que falte... Música
hay también en nuestra boda, ya sea dentro de la iglesia, o a la entrada o a la
salida de la misma (si se hace boda religiosa), o en el banquete.
La música tiene
mucha importancia en nuestra vida como persona. Pero ¿y en nuestras vidas como
pueblo o como ciudad? También. Y, aunque hoy día el mal entendido “progreso”
nos ha arrinconado un poco, los músicos tradicionales (tamborileros,
sarteneras, pandereras, acordeonistas,...) siempre han tenido un papel muy
importante en las vidas de nuestros pueblos. Y digo mal entendido “progreso”
porque la gente joven se piensa que “progresar” es acabar con lo viejo, lo de
toda la vida, y poner en su lugar cosas casi siempre venidas desde fuera y
puestas de moda por la propaganda, siempre interesada, que se les hace en
televisión. El verdadero “progreso” es avanzar teniendo como base lo viejo, lo
antiguo, y mejorándolo, no acabando con lo que hemos heredado de nuestros
antepasados.
A lo que
íbamos. Las fiestas y reuniones de nuestros pueblos, en este rinconcito del
Reino de León, siempre han estado marcados por la música. El año acaba y
empieza con los villancicos. Después vienen las hogueras a San Sebastián, Santa
Águeda, San Blas, San Juan,... Fiestas en las que las alboradas, pasacalles y
bailes tocados por los tamborileros hacían de esos días algo especial. Fiestas
en las que se tocaban y bailaban ofertorios (coas que en muchos lugares ya no
se hace por razones más oscuras que claras...). Los domingos por la tarde se
hacía baile en la plaza de muchos pueblos, ya fuese con el tamborilero, con el
acordeón,... Y nunca faltaban, según el pueblo, jotas, fandangos, “ajecháus”,... pero también bailes
agarrados como el vals o el pasodoble.
Aunque menos
reconocidas (pues tocaban gratis mientras que el tamborilero siempre cobraba),
pandereras, sarteneras y pandereteras (que también las ha habido) eran
importantes. Reuniones nocturnas, fiestas familiares, la matanza,... eran
ocasiones donde nunca faltaban las canciones tocadas con pandero cuadrado,
sartén o pandereta para alegrar la reunión. Y en pueblos como Peñaparda o El
Payo eran pandereras y sarteneras las músicas que hacían (y siguen haciendo) el
baile tradicional (no el de los domingos, que lo hacía el tamborilero).
Aunque hoy día
todavía se conservan muchas cosas, otras se han perdido o casi están perdidas a
causa de ese mal llamado “progreso” que da más valor a lo de fuera que a lo
propio. Sin querer desmerecer a los demás músicos, que los hay muchos y muy
buenos (y a los que también nos gusta escuchar), estas líneas quería
dedicarlas, además de a todos los músicos en general, a los músicos
tradicionales en particular, pues aunque siempre se nos ha mirado como a
músicos “de tercera”, hemos guardado, y todavía guardamos, nuestra cultura
tradicional como lo que es: un tesoro.
Que no nos
falte la música, y menos la tradicional.